Definitivamente cuando los niños se enganchan a su biberón no hay manera alguna de hacer que lo suelten. Este es el caso de mi hijo, 2 años y aún lo ama, no lo quiere dejar por nada de mundo, intente algunos métodos pero no me funcionaron con él. Por lo regular es normal escuchar decir que si se prolonga el uso del biberón en los niños puede traer consecuencias en sus dientes o afectaciones a nivel bucal de los niños, esto hacia que me preocupara un poco más.
Estos días hablando con mi abuela me contaba algunas anécdotas divertidas sobre la crianza con mi madre, decía que amaba tanto su biberón que no lo soltaba ni un minuto, se aferraba a él como si no lo quisiera soltar jamás. Fue en ese momento donde vi la oportunidad perfecta para preguntarle cómo lo logró, la verdad necesitaba saberlo y más si fue para ella tan difícil seguramente podría funcionar con mi hijo también.
Siempre he tenido claro que la lactancia materna promueven lazos afectivos que le permiten al niño fomentar el apego seguro, así también el biberón que repercute de forma positiva en su desarrollo emocional debido a que les brinda seguridad y tranquilidad, por lo que no es conveniente quitarlo de un día para otro, ni mucho menos a presión.
Mi abuela me decía que lo mejor era entender los tiempos de nuestros hijos, que debemos despertar el instinto de saber que necesitan nuestros pequeños de nosotros, seguramente el apego prolongado del biberón puede ser muestra de alguna carencia emocional, de algo que puede estar necesitando para dejar el tete por completo, si es así, es necesario detectarlo y fortalecer más los lazos afectivos, compartiendo más con ellos, hablarles más, ayudarlos a ser menos dependientes de nosotros dándole libertar en ciertas áreas de desenvolverse solitos. Dije bueno, trabajo mucho últimamente y los tiempos para compartir con él aunque no son pocos, tampoco son iguales a los de antes antes, esto definitivamente me hizo reflexionar sobre la importancia del tiempo calidad y que definitivamente el cambio pudo generar consecuencias de apego a su tete, inicié por allí, decidí dedicarle más tiempo a los momentos de juego, de afecto y de compartir juntos, eso sí, no llevándolo a la sobreprotección si no al contrario, le di libertad de hacer cosas por si solo enseñándolo a desenvolverse con más seguridad. Al verlo más seguro, seguí el consejo número dos de mi abuela.
Mi hijo suele tomar 3 biberones al día, apenas se levantaba era lo primero que le daba. Algo que me recomendó mi abuela y que definitivamente fue el inicio del cambio, fue iniciar quitándole el biberón de la mañana, habituándolo poco a poco a que en el momento que se sentara en la mesa a desayunar en lugar de su biberón le diera una taza de leche tibia, este proceso lo apoyé con palabras de motivación como “qué tal si usas una taza como tu mamá”, o también, que tal si tomamos en una bonita taza juntos”, cuando mi hijo me preguntaba por su tete, le decía que más tarde se lo daba, hasta que se fue habituando.
A la siguiente semana, intenté quitarle otro biberón, a mi peque le encantaba tomárselo después de su almuerzo, pero se lo volví a remplazar por una taza de leche tibia. El último biberón que le quité fue el de la noche, pero inicié con este proceso a la siguiente semana de haberle quitado su biberón de almuerzo, también remplazándolo por una taza de leche tibia a la hora de la cena, siguiendo con los hábitos normales para dormir, como un rico baño, un cuento y adormir.
Aunque no fue fácil al principio, estos consejos me ayudaron muchísimo, acompañados de un buen procesos afectivo, le permitió al niño desprenderse con mayor facilidad de su tete, sin afectarlo emocionalmente, al contrario le dio mucha más seguridad a la hora de desenvolverse.