En septiembre del año pasado publiqué esta entrada sobre nuestro álbum de fotos para la escuela infantil. Un año después, nos han vuelto a pedir un libro con fotos significativas del niño para el colegio y vuelvo a repetir la experiencia.
El libro de fotos va a cumplir una función muy importante: que mi hijo, en un nuevo entorno al que no está acostumbrado, el colegio, siga teniendo cerca fotos de su familia, de momentos divertidos, que le traigan buenos recuerdos y de las cosas que le gustan. Algo familiar a lo que aferrarse cuando lo necesite, una referencia que le dé alivio cuando se sienta nostálgico, triste o aislado. Pero también, -y esto lo descubrí en el último año de escuela infantil-, algo que mostrar a los otros niños de su clase, algo que intercambiarse para curiosear y entretenerse.
Me sorprendió mucho descubrir en la guardería cómo los niños trataban estos álbumes como tesoros. Se sentaban en el suelo y los repasaban, miraban por encima del hombro cuando otro niño los abría, y, lo mejor de todo, funcionaban como quitapenas: cuando mi hijo se quedaba llorando en la clase después de que nos despidiéramos de él, no faltaba una amiguita o amiguito que le llevara corriendo su álbum o una foto de la familia. Me enternecía. Y al recogerle, le descubríamos abrazando con fuerza la foto plastificada de los tres o regañando a otro amigo porque estaba leyendo su libro de fotos. Sigue leyendo