El pecho es mágico. Hace unas semanas, justo antes de que la pequeña cumpliera los dos meses, nuestra lactancia estuvo a punto de acabarse. Durante unos días, apenas pude darle el pecho y la nena se sació con biberones. Estuve a punto de tirar la toalla y dejarlo, creí que sería imposible o muy difícil retomar la lactancia exclusiva, pero el cuerpo es muy sabio y totalmente alucinante. Por si alguien se encuentra en las mismas circunstancias, ¡se puede!
Este año hay un brote de gastroenteritis muy fuerte pululando por ahí. A mí me debió coger baja de defensas, justo al acabar la cuarentena, porque me dejó diez días con diarrea y tres días de fiebre muy alta. Durante dos días llegué a 39ºC y me quedé muy débil, no podía moverme de la cama y estaba totalmente deshidratada. Tomaba un sorbo pequeño de agua cada dos horas, pero nada me aguantaba.
En esas circunstancias dar el pecho a la nena era una odisea, lo hacía tumbada, pero no tenía ganas, me dolía todo, y con cada succión me daban retorcijones de tripas. Lo curioso es que enseguida noté el efecto de la deshidratación en los pechos: redujeron su tamaño y ya no notaba la típica molestia que se siente cuando se “recargan”. Tampoco manchaba de leche: era como si mi cuerpo estuviera ahorrando hasta la mínima gota para seguir alimentando a un bebé de dos meses. Sigue leyendo